10 sept 2017

"Por supuesto que tenemos infiltrados en el Ejército de EE.UU."


En un momento álgido de la tensión entre Washington y Pionyang, entrevistamos a Alejandro Cao de Benós, el único representante de Corea del Norte en Occidente.

Alejandro Cao de Benós es la voz de la República Popular de Corea del Norte en Occidente. En un escenario en el que el ruido de las detonaciones y la retórica hostil parecen imponerse al diálogo racional, hemos querido recurrir a su punto de vista en un intento de profundizar en la lógica de un régimen que desde Occidente se percibe como una amenaza a la seguridad mundial. ¿Qué busca realmente Pionyang con sus exhibiciones de fuerza? ¿Es esta puesta en escena pre-bélica una estrategia políticamente rentable para los gobiernos implicados? ¿Como recibe el gobierno de Kim Jong-un las sanciones de la comunidad internacional? ¿Hay motivos para temer un conflicto armado? Desgranamos estas y otras cuestiones con el "delegado especial" de Corea del Norte.

 Al igual que en nuestra anterior entrevista, comenzamos hablando de sanciones recientes: ¿Qué consecuencias pueden tener estas sanciones a medio o largo plazo en la economía norcoreana? 

A.C.: Las consecuencias son mínimas. Corea del Norte ha desarrollado su industria nacional desde su creación (1948) para no depender del extranjero. Es verdad que, lógicamente, estas sanciones complican mucho las importaciones y las exportaciones pero, al final, aunque cueste más tiempo y más dinero, siempre hay formas para evadirlas y siempre hay gobiernos, personas y empresas a las que no les importan estas sanciones porque, como suele decirse, 'business is business'. Hay muchísima gente interesada en hacer negocios con Corea del Norte: yo mismo recibo a diario cientos de peticiones. Vivimos en un mundo capitalista y globalizado en el que, si una empresa no se desarrolla, muere. Por eso quieren seguir comerciando y ganando dinero, esa es la norma del capital: al final, lo que interesa es hacer negocio. Es la ironía de recibir sanciones por parte de países con ideología capitalista: que, en el fondo, su única ideología es el dinero, y el dinero está por encima de todas las ideologías y también de las sanciones.

En una entrevista reciente, se refería usted al comportamiento internacional de China y de Rusia como "una diplomacia de doble cara", destinada a satisfacer sus propios intereses y al mismo tiempo a pertenecer al sistema capitalista...

A.C.: Ni a Vladímir Putin ni a Xi Jinping les hace ninguna gracia que los norteamericanos se estén quedando con el control del mar del Sur de China ni sus intentos de predominio en la esfera asiática. Eso les bloquea el comercio y les somete a cierto control militar. De ahí las protestas contra el escudo antimisiles: en apariencia se trata de unas pequeñas baterías, pero están equipadas con un radar de banda x muy potente que puede espiar, y de hecho va a espiar, tanto al Ejército ruso como al chino.

Rusia y China tienen que comportarse como 'buenos estudiantes' de la comunidad internacional y seguir los protocolos para seguir beneficiándose del sistema capitalista... pero hay grandes diferencias entre lo que se hace en el Consejo de Seguridad de la ONU y lo que se hace en el día a día en la política internacional real.

En Occidente llama la atención la actitud silenciosa de la ciudadanía norcoreana. Al fin y al cabo, esa población está bajo el mandato de un líder cuyo comportamiento puede redundar en un aislamiento aún mayor dentro de la esfera internacional, en un empobrecimiento de la economía a causa de las sanciones y, en el peor de los casos, en un conflicto bélico de gran potencial destructivo. ¿Cómo es que no surge una oposición contra eso, una disidencia? ¿Acaso no tienen miedo? ¿Es posible una cohesión tan perfecta o se trata en realidad de una represión brutal? 

A.C.: Es un fenómeno de verdadera cohesión y cualquiera que vaya a Corea lo puede verificar. La gente en Corea del Norte es realmente valerosa, es un pueblo con mucho sentido del honor y de la dignidad. Es un pequeño país que se levanta como un gran gigante, como lo estamos viendo, y eso es un motivo de orgullo. Hay una gran solidez en las masas. Claro que en 25 millones de personas hay algunos individuos que no querrán que el líder actúe de tal o cual manera o no les parecerá correcto, pero claro, pueden ser unos 1.000 individuos contra 25 millones; pues, lógicamente tienen que aceptar lo que quiere la mayoría.

Los diferentes líderes mundiales opinan unánimemente que la única manera de encontrar la paz y aliviar la tensión entre EE.UU. y Corea del Norte es el diálogo. Pero, al mismo tiempo, sólo aceptan sentarse a la mesa una vez que Piongyang renuncie a su arsenal nuclear. En el hipotético e improbable caso de que Corea del Norte aceptase esa condición, ¿qué ocurriría realmente? 

A.C.: Nuestra política es muy clara: mientras EE.UU. no estén dispuestos a firmar un tratado de paz con la República Popular de Corea del Norte, no se puede acceder a unas relaciones normales, porque oficialmente estamos en guerra. Si EE.UU. se niega a declarar la paz definitiva es porque están buscando el momento de atacar. Quien no quiere la paz, es porque quiere la guerra.

Yo creo que el presidente Putin ha estado acertado cuando ha señalado que hay que sentarse a hablar sin condiciones previas. Ha dado en la clave. No se puede pedir a Corea del Norte que renuncie a nada, porque EE.UU. no está dispuesto a desactivar sus 7.000 u 8.000 ojivas nucleares para sentarse a la mesa.

Si nos sentamos a negociar, se puede empezar por una moratoria que suponga no hacer pruebas nucleares durante un tiempo y luego llegar a un tratado de paz definitivo que detenga el desarrollo nuclear, pero EE.UU. también tendría que dejar de hacer maniobras militares en la península coreana. Hace poco, 80.000 marines han estado haciendo pruebas militares en la frontera. Si EE.UU. persiste en su arrogancia, en tratar de imponer sus condiciones y en tratar a Corea del Norte como un país inferior, eso no funcionará.

Espero que Trump, que parecía tener cierta simpatía por el presidente Putin, le escuche esta vez.

Lo que yo le estaba preguntando realmente era esto: pongámonos en la hipótesis ingenua de que Corea del Norte rehusara, en un acto de buena fe, a su armamento nuclear. ¿Cree que sería inmediatamente invadida? 

A.C.: Seguro. ¡Por supuesto! ¡Nosotros tenemos armamento nuclear precisamente para no ser invadidos! La prueba más reciente es el caso de Muammar Al Gaddafi. Es la imagen clara de como un país acepta desarmarse para convertirse en miembro de la comunidad internacional, para que le abran líneas de créditos, para poder realizar operaciones bancarias o compras inmobiliarias internacionales...y tras esa apertura de Libia hacia el mundo exterior y ese recibimiento por parte de líderes supuestamente democráticos como Sarkozy, Berlusconi o el propio rey emérito de España, se procede a una invasión, a una aniquilación de esa nación, a la ejecución de Gaddafi, y a la inmersión de la zona en una crisis y una miseria absoluta, como en el caso de Irak: eso es lo que trae su supuesta democracia. Sabemos que abandonar nuestras armas nucleares supondría facilitar la invasión norteamericana. Y lo sabemos porque tenemos nuestra propia inteligencia. Hay muchos norcoreanos que están trabajando en el ejército de los Estados Unidos y nos facilitan información. Conocemos sus planes y sabemos que lo tienen todo preparado para la invasión.

¿Se refiere a que tienen ustedes infiltrados en el Ejército de Estados Unidos? 

A.C.: Claro, por supuesto. Y de ahí obtenemos mucha información desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, supimos que Clinton había dado la orden prácticamente para la invasión de nuestro país. Fue por eso que nos retiramos del tratado de no proliferación nuclear y aceleramos precisamente nuestro programa armamentístico, porque sabíamos que eso le obligaría a echarse atrás. Y así pasó Clinton de querer invadir Corea a firmar el Tratado de Ginebra de 1994, mediante el cual nosotros hacíamos una moratoria en nuestro programa nuclear a cambio de restablecer relaciones, vínculos comerciales, etcétera.

 ¿Y no temen ustedes que la inteligencia estadounidense tenga infiltrados en su Ejército? 

No, porque lo ha dicho la propia CIA... y realmente no es posible. En un momento dado sí que pueden llegar a pagar a algún empresario norcoreano que esté en el exterior a cambio de información... pero es imposible que alguien logre acceder al Ejército como espía.

En Occidente, el misil norcoreano que atravesó el espacio aéreo japonés se percibió como una verdadera provocación de Corea del Norte. ¿Es posible otra lectura?

A.C.: Para empezar, ese misil nunca cruzó el espacio aéreo soberano de Japón. El último misil que se lanzó alcanzó los 550 kilómetros de altitud. Considerando que la Estación Espacial Internacional se encuentra a 408 kilómetros de la Tierra, el misil pasó por encima de la estación espacial. Es decir, en el espacio exterior. Según la normativa internacional, como máximo, un país puede reclamar 100 kilómetros de altitud de espacio aéreo, que es lo que se conoce como la 'línea de Kármán'. Por encima de esa altura, entramos en el espacio exterior, que es de uso común, para todos los países. En ningún caso se violó la soberanía de Japón y, ciertamente, hay más posibilidades de que le caiga en la cabeza un satélite al primer ministro japonés, Shinzo Abe, que de que le caiga este misil, que pasó a cientos de kilómetros por encima de cualquiera de los miles de satélites que hay en órbita.

¿Hasta que punto todas estas acciones, los misiles balísticos, las pruebas nucleares, la presentación de un plan detallado de ataque a la isla de Guam son una estrategia de comunicación? 

A.C.: Son una advertencia. No una amenaza, porque no estamos amenazando a nadie. Lo único que estamos diciendo, en el caso de Guam, por ejemplo, es que si Estados Unidos lanza un ataque sobre el país, como los bombarderos norteamericanos saldrían desde la base de Guam, pues la destruiríamos para evitar que nos sigan atacando.

¿Cuales son los términos concretos de esa "advertencia"?

A.C.: La potencia destructiva de los misiles de Corea destruiría la isla de Guam por completo. La isla desaparecería literalmente. Lo mismo sucedería en el caso de Okinawa. Todo eso desaparecería del mapa.

El gobierno de Corea del Sur, a través de su máxima autoridad en seguridad nacional ha expresado que consideran probable que haya próximos ensayos nucleares en Corea del Norte. ¿Le consta a usted que estén previstos? 

A.C.: Yo no tengo información directa porque eso es ultrasecreto, lo que pasa es que los medios surcoreanos especulan constantemente y las autoridades también se lo inventan...

¿Usted no considera probable que haya otras pruebas próximamente? 

A.C.: Va a haber pruebas, pero ¿cuándo serán? ¿Mañana? ¿En una semana? ¿Dentro de un año? Ahora mismo habrá un momento de observación, para ver cuál es la reacción de Trump, y en función de esos próximos pasos Corea del Norte decidirá cómo actuar. Pero si no hay un avance respecto a las negociaciones que nos acerquen a un tratado de paz que garantice que Corea del Norte no será atacada, pues Piongyang continuará con sus pruebas nucleares, sin ninguna duda. Ahora, ¿Cuando será la próxima detonación nuclear o qué distancia cubrirá el próximo misil balístico? Pues eso es secreto, claro.

 Le planteo hoy la misma pregunta que le hice en la anterior entrevista, a la luz esta vez de los últimos acontecimientos: Honestamente, ¿usted en qué cree que va a terminar todo esto? 

A.C.: Creo que no va a haber un conflicto armado porque ya se ha demostrado de forma muy contundente la capacidad termonuclear y balística de nuestra república. Esto nos asegura que EE.UU. no va a atreverse a tocarnos. Nos asegura la paz y la vida de las futuras generaciones. Necesitábamos hacer este tipo de pruebas no sólo para mejorar nuestra capacidad defensiva, sino para demostrarla porque hasta ayer, todo el mundo insistía en que Corea del Norte no tenía suficiente capacidad militar disuasoria ni tecnología para alcanzar sus objetivos. Si EE.UU. creyera que no podemos defendernos, cometerían el error de intentar atacarnos y daría comienzo un conflicto armado mundialmente peligroso. Así que, precisamente para evitar esa guerra, ha sido necesario mostrar los dientes y por eso hemos llevado a cabo estas demostraciones.

¿Usted cree que toda esta retórica belicista desgasta a Donald Trump como presidente o más bien le beneficia?

A.C.: Yo creo que le desgasta muchísimo, porque está dando bandazos constantemente. No sólo en el asunto de Corea, sino en todas sus políticas. Y eso le está restando credibilidad y prestigio. Esa idea inicial de retirarse del panorama internacional y respetar más a las otras naciones, no la ha cumplido. La famosa hamburguesa a la que dijo que invitaría a nuestro mariscal Kim Jong-un para conversar... tampoco lo ha cumplido... todos esos tuits que lanza de forma histórica y luego se quedan en nada... pues todo esto va en su contra y desgasta su imagen y su credibilidad. De hecho, he leído hace poco que un congresista ha propuesto revisar la salud mental de Trump...

¿Y a Kim Jong-Un... acaso esto está reforzando su figura a nivel político? 

A.C.: Lo cierto es que sí. Tanto en el interior del país (donde verdaderamente no lo necesita, porque el pueblo está enteramente cohesionado en torno a él) como en el exterior, donde el interés en su figura se ha incrementado exponencialmente, así como la admiración de muchos pueblos del mundo, que ven en Corea del Norte el último bastión de independencia y soberanía frente al imperio norteamericano.

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