1 jul 2017

Kuczynski, el fracaso del Macri peruano


Empresario, rodeado de CEOs en su gabinete, afecto a las recetas del FMI, la flexibilización y el ajuste, agotado por la tarea de ser jefe de Estado, Pedro Pablo Kuczynski, hace un año ocupa el sillón presidencial peruano. En un Perú con el 20 por ciento de la población en la pobreza, Kuczynski encabeza la Alianza del Pacífico, ruta regional primarizante donde Macri quiere ingresar como socio. Una crónica desde el corazón de Perú para conocer las ruinas del Macri peruano.

Al presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski le gusta romper el protocolo de trabajo. Una vez a la semana suspende su labor para hacer ejercicio físico en joggineta junto a los ministros en el patio de la Casa de Pizarro, con el fin de “promover el deporte”, o irrumpe con frecuencia el orden ceremonial de los actos de gobierno haciendo gala de sus dotes con la flauta traversa, estudió ese instrumento y piano en la Royal Academy of Music de Londres. Sin embargo, el background curricular más significativo de Kuczynski no se halla en la música o en la capacidad de hacer zancadillas, sino más bien en su formación de grado y postgrado como economista ortodoxo en usinas académicas de Inglaterra, Suiza y Estados Unidos.

Pero, sobre todas las cosas, Kuczynski es acreedor de una hazaña política. Después de haber sido ministro de Economía o Energía para gobiernos antipáticos con las mayorías populares y, a su vez, luego de su paso por el directorio de varias firmas extractivistas lesivas del patrimonio ambiental, y sin contar nunca con un atractivo popular ya sea en su oratoria o porte físico –tan alto como encorvado y de una verba muy pincelada por el acento anglosajón, está a años luz del fenotipo medio peruano–, Kuczynski logró ser encaramado como Jefe de Estado tras ganar a mediados del 2016 las elecciones nacionales en representación de un partido político inexistente. “Peruanos por el Kambio (PPK en la jerga, por Pedro Pablo Kuczynski) no es un partido, es un slogan. No cuentan con bases sociales. Es un partido fantasma, tanto que lleva como nombre a las iniciales de su único dirigente reconocido”, nos dice en Lima Carlos Bedoya, activista por la justicia fiscal de la red latinoamericana Latindadd.

Lo cierto es que desde hace diez meses Kuczynski, con casi 80 abriles en sus espaldas, añadió a su abolengo currículum de tecnócrata el título de Jefe de Estado. Su triunfo y el de su pequeño partido, que sólo contaba con círculos de adhesión en las capas medias y alta de Lima, se debieron a que supieron ocupar el vacío dejado por una sucesión de hechos beneficiosos para el universo PPK como la crisis de los partidos tradicionales más el ascenso del fujimorismo. “Kuczynski ganó gracias a que supo mostrarse en el ballotage como el mal menor de una elección donde cabía la posibilidad del regreso autoritario del fujimorismo; además triunfó apenas por 40 mil votos. Su gobierno no tiene muchas diferencias con las administraciones que lo precedieron en el manejo económico. Sin embargo, sí comenzó a verse afectada la curva de crecimiento de nuestra economía; por eso, Kuczynski insiste con que su prioridad en la agenda pasa por destrabar algunas inversiones internacionales”, detalla, en diálogo con Nuestras Voces, Víctor Liza del portal periodístico La Mula.

Liza hace referencia a la continuidad del modelo peruano. Evidentemente, en las últimas décadas el país andino ha edificado una cuestión identitaria con su enfoque aperturista económico. Así como el exquisito ceviche es un sello cultural for export de su encumbrada gastronomía, la élite financiera y la casta política doméstica han forjado una marca país que viene mostrándose al mundo de forma unívocamente neoliberal desde hace años. “Si observamos la sistemática utilización de Perú como país-pivote de los Tratados de Libre Comercio (TLC) que Estados Unidos viene promoviendo en Sudamérica, incluso en plena época de derrota del ALCA, y si nos detenemos a ver la constante autorización que nuestro Congreso le otorga al Comando Sur norteamericano para que sus marines patrullen las zonas donde se hallan ubicadas nuestras reservas naturales estratégicas, podemos definir al país en realidad como un portaaviones multimodal de Washington. Ese es nuestro rol en la región”, entiende Carlos Bedoya.

Bedoya subraya el alineado juego de Perú con EE.UU. en la geoeconomía regional. Una década atrás, en pleno boom latinoamericano de gobiernos populares, Lima era para Washington su Tel Aviv sudamericano, su aliado incondicional, una pista de negocios desde donde irradiar la bandera del libre comercio. Hoy, cuando la relación de fuerzas entre gobiernos conservadores y progresistas se ha alterado drásticamente a nivel zonal, Perú luce como la cabecera central del proyecto librecambista de la Alianza del Pacífico, la ruta de regionalismo abierto y matriz productiva primarizante por donde EE.UU. viene gestionando su cartera comercial para la región. Y, justamente, es en el club de la Alianza del Pacífico (cuya línea fundadora es Colombia, Perú, Chile y México) donde el gobierno de Mauricio de Macri desea ingresar como socio pleno para así ensanchar la concepción PRO de la Patria Grande como plataforma exportadora de commodities y, en paralelo, receptora de negocios financieros rentables en el corto plazo para los capitales especulativos.

Modelo 2017

PPK frunce el ceño cada vez que lee los titulares principales del diario limeño El Comercio. Al matutino, de idéntico nombre que el holding mediático cuasi propietario del espacio informativo local –cuatro de cada cinco noticias, en cualquiera de sus formatos, son producidas por el grupo El Comercio alertan los medios alternativos– le gustaría, quizás, construir una agenda más simpática con la gestión de Kuczynski pero los propios organismos oficiales vienen publicando datos alarmantes tanto en la agenda social como económica. A la ya referida contracción del Producto Bruto Interno que se registró en mayo luego de cuatro años consecutivos de crecimiento, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) destacó en su último informe que “el gasto mensual de la quinta parte de la población del país (6,5 millones de personas) aún no alcanza para adquirir una canasta básica de consumo”. En definitiva, según el INEI, el 20,7 por ciento de la población peruana es pobre. O sea, uno de cada cinco ciudadanos no cuenta con los recursos económicos necesarios para llevar una vida digna. El lado B del “milagro peruano”, que es la manera en que es nominado el país de Kuczynski en la narrativa del Fondo Monetario Internacional para elogiar la sintonía de las distintas gestiones presidenciales con los valores comerciales que pregonan a dos voces el FMI y el Banco Mundial.

Pero, por lo visto, Kuczynski tiene un plan para salir del atolladero en que se halla la economía peruana. Su idea básicamente es captar más flujos de las inversiones extranjeras directas reduciendo drásticamente el, de ya de por sí bajo, costo laboral peruano. Víctor Liza, que suele cubrir en Casa de Pizarro los anuncios más importantes del Ejecutivo, anticipa que: “En el ámbito laboral el presidente está insistiendo mucho con promover políticas de flexibilización; por eso ya se ganó el enfrentamiento de la central sindical CGTP (Central Sindical de Trabajadores del Perú). En ese plan piensa sacar las gratificaciones (aguinaldos); también está pensando en lanzar un nuevo plan laboral juvenil para jóvenes entre 18 y 24 años, muy parecida a una ley que quiso sacar (Ollanta) Humala pero que no se logró implementar por la resistencia juvenil”.

A José Gorriti, vicepresidente de la CGTP, no le sorprenden las recetas de Kuczynski: “Los presidentes del Perú están dispuestos a explotar las ruinas de Machu Picchu con tal de hacer negocios. ¿Más flexibilización? Tres cuartas parte del movimiento obrero ya sufren la flexibilización laboral, no entiendo qué más quieren desregular. Yo que Kuczynski comenzaría resolviendo otras cuestiones: tenemos la segunda mayor tasa de tuberculosis de Sudamérica y ocho de treinta millones de peruanos no cuentan con acceso al agua potable. Ahí deberían estar puestas las prioridades de la nueva administración”.

Kuczynski, experto en decodificar números y leer planillas de Excel, debe saber que uno de cada cuatro peruanos no cuenta con agua potable, que uno de cada cinco peruanos es pobre, y que uno de cada dos peruanos vive, o trata de hacerlo, en la súper congestionada Lima, pero por el momento insiste en transitar el camino de sus antecesores en el cargo para volver a enamorar a los mercados.

¿Podrá PPK multiplicar panes y peces, reeditar a su manera “el milagro peruano”? Carlos Bedoya lo ve difícil: “Kuczynski suele aparecer en los medios como una persona cansada, agotada por el ritmo que implica ser Jefe de Estado, luce en general como una persona arrepentida de estar donde está, su cara parece decir en qué lío me metí. Kuczynski no pensaba ser presidente, las circunstancias lo ayudaron a ganar impensadamente la elección. Él suele llegar muy tarde a casa de gobierno; en realidad, el Primer Ministro (Fernando Zavala Lombardi) es el que manda, el que lleva los pantalones en la gestión. Zavala venía ejerciendo como CEO de una importante firma cervecera, el grupo Backus. Los otros ministros también vienen del mundo empresarial y carecen en consecuencia de un vínculo real con la gente y la ciudadanía”.

Volver a los 90

En Perú la agenda mediática está siendo acaparada por dos luminarias informativas: privatizaciones e indulto. La década del noventa en su estado más puro. El primer eje está vinculado con la intención de la administración Kuczynski de seguir expandiendo las fronteras de la minería y el petróleo en el interior del país. Nada nuevo bajo el sol incaico. Pero, el segundo hecho sí da de lleno sobre la línea de flotación de su gobernabilidad. Un sector del fujimorismo, amo y señor del Congreso –controla más del 60 por ciento de los curules gracias a un sistema de representación que castiga a las minorías políticas–, reclama al Jefe de Estado que otorgue una amnistía humanitaria, alegan un frágil estado de salud, al ex dictador –que purga una condena por haber cometido delitos de lesa humanidad y defraudación al Estado– Alberto Fujimori.

Sin embargo, Keiko Fujimori, hija del mandatario encarcelado y líder de Fuerza Popular, apoya con ambigüedades la petición porque pretende despegarse del rostro autoritario de su clan. Mientras tanto, PPK, urgido de tejer acuerdos tácticos con Fuerza Popular para no tener minado el Congreso, deshoja la margarita: un día dice sí al indulto, otro se muestra más reacio a dar el perdón, y así se van evaporando sus días en la presidencia. “Acá no hay una continuidad del neoliberalismo, en Perú lo que hay es una continuidad del golpe militar del fujimorismo, porque de ese putsch nació la constitución restringida del 93. Kuczynski, a diez meses de asumir, ya es un hombre cansado, muy presionado para que indulte a Fujimori. En esa perspectiva, la crisis venezolana surge como la cereza de su mandato porque ahí aparece como un presidente con capacidad de mediación regional y con capacidad para vehiculizar los intereses de Washington en ese conflicto”, interpreta Carlos Bedoya.

Viernes a la noche. El clásico bullicio vehicular de Lima alcanza su paroxismo. Ni siquiera las motos encuentran un escondrijo para avanzar en las avenidas. La capital del milagro sudamericano es un enjambre de smog, bocinazos y limeños al borde de un ataque de nervios. “La gente está loca por el shopping. Hay descuentos por el Día de la Madre y nadie quiere perdérselos”, nos dice Omar camino del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez.

Nuevamente, uno de cada dos peruanos vive en Lima. Muchos podrían estar cultivando yuca o montando una pyme textil en el interior del país, ya sea en la zona de la Sierra, su enorme costa sobre el Pacífico o en los bordes de la selva amazónica. Pero, esos territorios ya están colonizados por el agrobusiness, la minería o el narcotráfico y, en general, se trata de nichos económicos que tienden a expulsar y no a recibir mano de obra. Por eso, el milagro peruano comienza por el milagro de sobrevivir en un territorio privatizado, flexibilizado, congestionado de gente. El Perú que está de moda parecería tener las costuras rotas y un presidente sin mucho encanto para armar la vidriera.

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